Isabel Ferrando Soler
“Pies descalzos” es una historia real de esas que sabemos que existen pero que preferimos ignorar porque, de lo contrario, ver cada día el telediario constituiría una actividad del todo insoportable. Es más cómodo vivir sin saber determinadas cosas. Y quizá sea también más cómodo vivir sin contarlas, sobre todo cuando hacerlo supone adentrarse en el dolor más profundo. Por eso este libro es, sobre todo, un acto de generosidad.
Remei Martínez es madrileña y actualmente trabaja en un colegio como profesora de biología. Hasta aquí, todo normal. Pero su historia no es tan normal porque Remei estudiaba veterinaria y jugaba todos los domingos al fútbol con migrantes. Los veranos los pasaba en Etiopía y los llamativos colores africanos siempre aparecían en su cabeza cuando se planteaba el “principio y fundamento” de su vida. La normalidad se trunca definitivamente cuando Remei termina casándose con un chico camerunés al que conoce en un viaje a Ceuta.
“Pies descalzos” es la historia de Ignace contada en primera persona por su mujer. La autora nos advierte desde el principio de que lo único que no es real son los nombres de los personajes que aparecen. Todo lo demás es verídico. No hay edulcorantes ni anestesia en unas páginas que contienen el dolor y el miedo de quien tiene que dejarlo todo incluso sabiendo que nunca más pertenecerá a ningún lugar. No es fácil vivir siendo “el que se fue” o “el que ha llegado”. No es fácil, no. Pero Ignace lo intenta y poco a poco se va abriendo lugar en su nuevo mundo hasta poder llegar a afirmar que el sufrimiento mereció la pena. Su viaje, a diferencia del de muchos de sus compañeros, acabó teniendo final feliz.
Se podrían decir muchas más cosas de esta historia llena de fracasos, éxitos, engaños y esperanzas. Pero por fidelidad a su tímido protagonista quizá convenga terminar subrayando simplemente que los fondos que se recauden de la venta de este libro irán destinados a construir una capilla en Olong (Camerún) para que también otras madres como la de Ignace tengan un lugar en el que ir a rezar por sus hijos que se lanzan al mar.
Aunque la personalidad introvertida de Ignace no se encontraría cómoda animando a los desconocidos a la lectura de su historia, ésta es del todo merecedora de ser leída.